18/2/25

Rosario Migoya Espinilla, fusilada el 27 de agosto de 1940, a la edad de 37 años... Rosario tenía seis hijos que fueron repartidos en instituciones religiosas y “alguno regalado a familias del régimen” (Eva Máñez, CTXT)

 "85 años después, hijos, nietos y bisnietos de once de las víctimas de la fosa 126 pueden por fin cerrar la herida abierta en el lugar donde yacían sus familiares. Diez hombres y una mujer comprometidos con la defensa de los valores que representaba la II República; valores de libertad, igualdad, progreso, solidaridad y ciudadanía, que hallaron en Paterna el pelotón de fusilamiento franquista y una fosa común. El de la 126 es el relato de las últimas fosas exhumadas en la localidad valenciana, la intrahistoria silenciada de la represión franquista que ahora por fin puede hacer su duelo y reconstruir las historias familiares ocultas por el terror institucionalizado. Familiares y militantes memorialistas se dieron cita el domingo 16 de febrero en el Memorial 2228 del cementerio de Paterna en una emotiva ceremonia organizada por las propias familias. En ella, se nombraron a todas las víctimas de la fosa 126, y los cuerpos identificados pudieron ser entregados a sus seres queridos.

Rosa Navarro Damiá, de 92 años, abrazaba la pequeña caja con los restos óseos y suspiraba “mon pare”. Cuenta Rosa que se acuerda de que su padre le enseñó a leer y que su madre “lo pasó muy mal” al quedarse viuda con tres criaturas. “En casa había mucho silencio y mucha pena, mi madre lloraba mucho, pero nunca nos inculcó ningún odio”, rememora. “Tuvimos que irnos a casa de una tía para poder comer y yo a los quince años a servir a Barcelona y luego a Francia. En aquel tiempo no teníamos derecho ni a hablar ni a respirar”. Rosa cuenta que la alegría no le cabe en el cuerpo. “Mi padre dio la vida para que todos viviéramos bien y eso nunca lo hemos olvidado en mi familia”, concluye rodeada de sus hijos y nietos que ahora la acompañarán al cementerio de su pueblo Benicull, para inhumar los restos óseos junto a los de su madre.

Entre el 27 de agosto y el 14 de septiembre de 1940 fueron fusiladas 243 personas en Paterna, en cinco sacas –se llama saca a cada una de las veces que fusilaban a un grupo de republicanos en el Terrer–. De ellas, al menos 170 (algunas fuentes hablan de 200) fueron volcadas a una fosa de dos por dos metros y cinco de profundidad.

A la 126 se la llama la “fosa de la terra” porque muchos de ellos eran agricultores y jornaleros que, junto con chóferes, obreros, agentes de seguros y guardias civiles fieles a la República, provenían de diferentes lugares del País Valencià: Torrent, Beniparrell, Picanya, Villar del Arzobispo, Massanassa, Alcàsser, Benaguasil, Massamagrell... y un largo etcétera que incluye otras partes de España como Murcia, Ciudad Real, Girona o Teruel. También es conocida como la fosa ‘de les rajoles’, ya que un modesto memorial, realizado en los años ochenta por parte de los familiares a modo de protección y recuerdo de sus seres queridos, cubrió la fosa con azulejos con el nombre y profesión de algunos de los que allí yacían.

Entre los once republicanos que fueron entregados a sus familias se encuentra una mujer, Rosario Migoya Espinilla, fusilada el 27 de agosto de 1940, a la edad de 37 años. Rosario tenía seis hijos que fueron repartidos en instituciones religiosas y “alguno regalado a familias del régimen”, relata Carlos Bleda Gregori, el nieto que comenzó en 2017 a intentar reconstruir una historia familiar llena de silencios. “No se nos hablaba de ella en absoluto y si preguntábamos, mi madre decía: ‘callaros que las paredes oyen’. Solo sabíamos que había sido fusilada y que estaba en Paterna”. Otra de sus nietas, Amparo Gregori, añade que el silencio era “una manera de protegernos”. Para Carlos “ha sido un proceso muy largo con muchas zancadillas y muchas trabas. Pero todas estas dificultades nos han hecho más fuertes y no vamos a acabar aquí, vamos a seguir buscando. Recuperar el cuerpo de Rosario es justicia, ahora falta la reparación”.

En el año 2012, Pepita Celda consiguió el permiso y la subvención para poder localizar los restos de su padre, José Celda Beneyt. Fue la lucha titánica y pionera de una anciana ante todas las trabas burocráticas. Ella recordaba que su padre, junto a 15 republicanos de Massanassa, fue enterrado en una fosa muy grande y que su familia consiguió, tras pagar 25 pesetas al enterrador, poder ponerle en un ataúd con una botellita de cristal con su nombre. Su padre era quien cerraba la fosa: debajo de él había doscientas personas más. El equipo de arqueólogos de Paleolab halló al padre de Pepita y a otros once fusilados en ataúdes y con sus botellitas. El suelo de cal evidenciaba que había más gente debajo de ellos, pero la normativa de entonces no les permitió seguir excavando y exhumando. Así que la fosa se cerró y se volvieron a poner los azulejos encima.

En 2017, María Navarro buscaba el cuerpo de su abuelo: el concejal de Picanya José Navarro Ángel, fusilado el 12 de septiembre de 1940. Para ello montó la Asociación de Familiares de Víctimas del Franquismo de la Fosa 126 de Paterna con un puñado de descendientes de fusilados. “Éramos los imprescindibles para poder constituir una junta directiva”, cuenta. “Para exhumar había que crear una asociación, no nos quedaba otra que seguir para adelante y a partir de ahí la tarea era buscar a las familias. Pero la cosa fluyó muy rápido y empezamos a encontrar gente, familias, hasta llegar a los más de cien que somos actualmente”, continúa María. Uno de los primeros actos de esta asociación fue nombrar a Pepica Celda presidenta honorífica. 

En el memorial, María agradeció a las familias su “resiliencia y perseverancia” y recordó “el sufrimiento, humillaciones, abusos y muerte de las víctimas” que han sido afectadas “de manera transversal en diferentes generaciones”. “Aquí estamos, en pie de lucha, pero una lucha pacífica, firme y constante, reclamando verdad y justicia”. “Estas once personas fueron juzgadas sin posibilidad de defensa por consejos militares y asesinadas por fascistas golpistas una vez finalizada la guerra, en tiempo de paz”. 

Esta ha sido la tercera ceremonia desde que finalizó la exhumación en 2022. La Asociación de Familiares de Víctimas del Franquismo de la Fosa 126 de Paterna (Valencia) las organiza conforme avanzan los resultados de las pruebas de ADN.  Aún están a la espera de que se pueda identificar a más víctimas. A pesar de que la fosa está exhumada, todavía queda un largo camino para identificar todos los restos, por eso siguen buscando a personas que crean que sus familiares pudieron ser fusilados en Paterna los días 27, 29 de agosto o el 11,12 y 14 de septiembre de 1940 [la asociación pide que se pongan en contacto con ellos al mail Familiarsfossa126paterna@gmail.com para poder informarse y cotejar los datos genéticos].

El domingo 16 de febrero fue un día de alegría en un largo recorrido iniciado en diciembre de 2021, cuando comenzaron los trabajos de exhumación gracias al empeño de los familiares y una subvención de la Generalitat Valenciana. Tras siete meses de intervención, los arqueólogos de Atics localizaron los restos de 141 víctimas de la represión franquista. Para esta empresa de arqueología, con amplia experiencia en fosas en todo el territorio, este trabajo supuso un reto por varios motivos. La principal dificultad según el coordinador de la exhumación, Frances Xavier Florensa, fue la saponificación (proceso por el que la grasa se convierte en una masa parecida al jabón). Otra dificultad fue la de tener que trabajar a cinco metros bajo tierra, lo que según el arqueólogo implica “una gran dificultad logística”. “No se trata solo de sacar cuerpos”, insiste Florensa, “todo se hace manualmente por un equipo multidisciplinar muy cualificado”. 

El Terrer de Paterna (València) –un muro, todavía en pie y sin significar cercano al cementerio– es el lugar donde se constata el mayor número de crímenes contra la humanidad una vez acabada la Guerra. En España, solo el cementerio del Este de Madrid lo supera en número. Aquí fueron asesinadas 2.238 personas provenientes de diferentes municipios valencianos y de otras localidades del territorio español, sepultadas en 130 fosas. Este genocidio comenzó dos días después de finalizar la guerra y continuó hasta el año 1956. En los últimos 20 años más de 1.600 cuerpos han sido recuperados en exhumaciones científicas realizadas en 84 fosas. 240 víctimas han podido ser identificadas gracias a las técnicas de secuenciación masiva de ADN que permiten una alta fiabilidad con muestras de familiares de segundo y tercer grado."         (Eva Máñez, CTXT, 18/02/25)

17/1/25

Francesca Albanese, relatora de la ONU para Palestina: "Historias como la del comandante israelí que rompió los huesos de un niño palestino de 4 años con sus propias manos son una confirmación de que no sólo el ejército israelí está PODRIDO hasta la médula, sino también lo están todos los gobiernos que permiten que estos crímenes repugnantes se normalicen"

 Francesca Albanese, UN Special Rapporteur oPt @FranceskAlbs

Historias como la del comandante israelí que rompió los huesos de un niño palestino de 4 años con sus propias manos son una confirmación de que no sólo el ejército israelí está PODRIDO hasta la médula, sino también lo están todos los gobiernos que permiten que estos crímenes repugnantes se normalicen.

(Stories like the Israeli commander breaking the bones of a 4 year old Palestinian child with bare hands, are a confirmation that not only the Israeli army is ROTTEN to the core, but so are all governments that allow these sickening crimes to be normalized.)

"Cuando sales de Israel y entras en Gaza, eres Dios”: en la mente de los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel que cometen crímenes de guerra"... «El encuentro con actitudes tan peligrosas, que se han ido normalizando en nuestra sociedad, fue traumático para mí... Me di de baja del servicio de reserva con ayuda de un psiquiatra».   (Haaretz, 23/12/24)

12:47 a. m. · 25 dic. 2024 1,3 M Visualizaciones

12/1/25

Caza y depuración de los maestros... a finales de julio de 1936 es detenido en Sevilla José Sánchez Rosa. Tenía 72 años y se encontraba encamado y enfermo. Una partida de requetés accedió a su domicilio y se lo llevó atado en una cama. En la madrugada del 1 de agosto fue asesinado... El 18 de agosto fue asesinado el maestro de Pulianas, el cura del pueblo fue el peor testigo de cargo... días después la familia fue desalojaa de su casa (Antonio Somoza Barcenilla)

 "Es difícil conocer a ciencia cierta cuántos maestros y maestras, cuántos profesores de bachillerato y universidad fueron depurados por el régimen franquista. Ni siquiera está claro cuántos fueron asesinados en los primeros años del régimen. No existe un trabajo completo que ofrezca una visión de conjunto. Existen estudios parciales de algunos territorios y datos más o menos generales, pero nadie ha afrontado un estudio sistemático y detallado de la represión a este cuerpo, al que la República confío buena parte de su éxito y que los golpistas eliminaron, primero con una cacería sin piedad y posteriormente con una depuración y un control ideológico asfixiante.

Los casos que voy a relatar en esta crónica son una pequeña parte de la realidad. Iba a utilizar la imagen del Iceberg, pero creo que se queda corta, ya que lo que todavía queda oculto, sumergido, de aquellos años de asesinatos y depuraciones es mucho más del 89% de lo que conocemos. Apenas 27 asesinatos y un par de casos de depuración son sólo unas gotas en la negra laguna de la iniquidad. Desde 2020 están disponibles en internet los datos de 564.269 expedientes de depuración abiertos a profesionales vinculados a la enseñanza que fueron apartados de su cargo de forma fulminante por los golpistas.

Mas de medio millón de expedientes de depuración entre los que no se incluyen las decenas o cientos de asesinatos de maestros y maestras que se produjeron desde julio de 1936 y que fueron salpicando el territorio nacional a medida que los militares coloniales avanzaban. Cabe recordar que la República no depuró ni a un solo maestro de la etapa monárquica y por supuesto no les persiguió como si fueran alimañas.

Cacerías humanas

A finales de julio de 1936 es detenido en Sevilla José Sánchez Rosa. Tenía 72 años y se encontraba encamado y enfermo. Una partida de requetés accedió a su domicilio y se lo llevó atado en una cama. En la madrugada del 1 de agosto fue asesinado y enterrado en una fosa del cementerio de la capital. Sánchez Rosa dirigía una escuela libre basada en el modelo de Ferrer i Guardia y era autor de una serie de publicaciones, como “La aritmética del obrero”, dirigidas a mejorar la formación de los trabajadores y ayudarles en su vida cotidiana. Ni su avanzada edad, ni la enfermedad impidieron su asesinato. No hubo ni concordia ni piedad para él.

Más o menos por las mismas fechas un grupo de falangistas secuestró, torturó y asesinó en Bañuelos de Bureba a Antoni Benaiges, el protagonista de “El maestro que prometió el mar”. Su historia se recuperó gracias a uno de sus alumnos que alertó de que podría ser uno de los enterrados en la fosa de La Pedraja. Se recuperaron 135 esqueletos en aquel enterramiento del norte de Burgos, pero ninguno correspondía al maestro. Como se sugiere en la película, posiblemente fue asesinado y enterrado en lugar aislado, o su cuerpo fue abandonado a las alimañas y no hubo ningún testigo que le diera sepultura y, si lo hubo, no dejó testimonio de los hechos.

Hace poco más de diez años, en 2012, en un paseo por la sierra de Urbasa, nos encontramos con un haya con los colores republicanos, que abrazaba una chapa de metal en la que, en esa fecha, se leía: “Mauricio Rodríguez, Bernardo Domingo, Miguel Gil, maestros nacionales de los pueblos alaveses de Gordoa, Galarreta y Zalduendo muertos en la noche del día 9 de agosto de 1936 en este luctuoso y triste lugar. En este homenaje incluimos a todos los asesinados por la misma causa. A vosotros el recuerdo presente de quien no os puede olvidar. 26-IX-1982”. Habían pasado 30 años desde que se colocó y el “haya republicana” había comenzado a hacer suya la placa de metal. Diez años después, la placa ya casi no puede leerse. Alguien previsor la ha reproducido y la ha colocado junto a la boca de la sima de Otsportillo, distante un par de kilómetros del lugar del crimen. La sima es un lugar de memoria de Navarra donde yacen una decena de víctimas de la represión.

El 18 de agosto fue asesinado el maestro de Pulianas, Dióscoro Galindo González. Un grupo de falangistas le tiroteó en el camino de Viznar a Alfacar, junto a dos banderilleros -Juan Arcollas Cabezas y Francisco Baladí Melgar- y al poeta universal Federico García Lorca. Dióscoro, natural de Ciguñuela (Valladolid), tenía 58 años. Le abrieron un expediente de depuración en el que lo acusaron de haber negado en sus clases la existencia de Dios. El cura del pueblo fue el peor testigo de cargo. Días después de su asesinato, la familia recibió el expediente que le suspendía de empleo y sueldo, le desalojaba de su casa y le daba 10 días para alegar.

De Francisco Romero Carrasco tuve conocimiento una mañana de sábado mientras escuchaba el podcast de la Cadena Ser “Vidas enterradas”. Me impactó la historia de este catedrático de la Escuela Normal de Guadalajara. Natural de Santa Marta (Badajoz) fue amigo muy querido de Antonio Machado que, con motivo de su casamiento, le regaló el poema “Bodas de Francisco Romero”. Fue un reputado matemático fundador de la Universidad Popular de Segovia y director de las colonias de la Institución Libre de Enseñanza. El 24 de agosto fue asesinado, junto a otros cuatro maestros, en un campo de Cobertelada (Soria). Sus cuerpos fueron abandonados en el monte. Unos vecinos que fueron testigos, los enterraron y señalaron el lugar donde reposaban. Junto al catedrático fueron asesinados Eloy Serrano Forcén, de 22 años, maestro en Cobertelada; Hipólito Olmo Fernández, de 43 años, que ejercía en Ajamil (La Rioja); Elicio Gómez Borque, de 23 años, maestro de La Seca y Victoriano Tarancón Paredes, de 26 años, de Perdiguera. En marzo de 2021, el Supremo cerró la posibilidad de abrir juicio sobre estos asesinatos.

El 31 de octubre una joven maestra de la Escuela Normal de Pamplona, cuyo recuerdo se conserva en el memorial en honor de los asesinados en La Tejería de Monreal (Navarra), fue salvajemente asesinada. No he logrado encontrar ningún documento en el que conste su nombre. El relato de sus últimos momentos lo trasmitieron vecinos del pueblo, obligados a presenciar la matanza y a enterrar a las víctimas. Es demasiado duro para reproducirlo. Se puede conocer en este enlace. Un final parecido tuvieron Carmen Hombre y su marido Juan Máximo, asesinados en enero de 1937 en Jerez de la Frontera. Carmen tenía 33 años, estaba embarazada y era de religión protestante y de militancia socialista, motivos más que suficientes para acabar con sus vidas.

Arximiro Rico, maestro en Baleira (Lugo), y Bernardo Mato Castro, en el municipio de Teo (Coruña), también tuvieron una muerte horrenda. Ambos eran bastante moderados, Bernardo, incluso, católico declarado. Nada pudo evitar su muerte en septiembre de 1937. Arximiro fue cazado y tratado como una alimaña por una partida de falangistas el 1 de septiembre y Bernardo murió el día 4, después de que no pudiera superar una paliza bestial que le propinaron fascistas de la zona a principios de agosto. Ambos creían firmemente en la educación pública como herramienta para que los humildes pudieran mejorar y esa creencia les costó la vida.

Finalmente, en las fosas de San Rafael, en Málaga, hemos podido ubicar los restos de 11 maestros. Puede que sea un número mayor –no conocemos la profesión de todos los asesinados- y es seguro que hay muchos más maestros en las fosas de otros municipios malagueños. Rindo homenaje a todos ellos, nombrando a los que se han identificado en el cementerio de la capital: Francisco, Arnáez Perez, de 43 años, maestro en Torremolinos asesinado el 15 de febrero; Manuel Campos Morilla, de 34 años, en Coín, el 17 de febrero; Emilio Castro Robledo, de 35 años, en Alhaurín de la Torre, 4 de marzo; Francisco Rodríguez Lucena, en Olías, el 6 de marzo; Juan Meneses, en Alozaina, de 20 años, el 9 de marzo; Antonio Romero López, de 52 años, en Macharavialla, el 16 de marzo; Miguel Jiménez Luna, en Fuengirola, el 17 de junio; José Padilla Buzo, de 31 años, en Álora, el 1 de julio; José Alonso Batlle, de 44 años, en Periana, el 10 de octubre; Juan Fajardo Valladares, en Coín el 26 de marzo de 1938 y Blas Infante López, de 45 años, maestro en Casares, asesinado el 31 de julio de 1941. Este último era primo segundo del padre de la patria andaluza con quien compartía nombre y primer apellido.

La depuración

Después de la primera ola de matanzas, Franco publica en el BOE número 27 de 11 de noviembre de 1936 el decreto 66 que regula la depuración del personal docente y que supondrá el paso a la “caza de brujas”. No se detienen los asesinatos, sino que se abre un nuevo camino a la represión y depuración de los enseñantes a los que se hacía responsables de la «caótica» situación de España. El proceso fue complejo. Todo el personal relacionado con la enseñanza fue suspendido de oficio y se les obligó a pedir su propia depuración. En la solicitud, estaban obligados a explicar sus actividades y afiliación política y sindical, aspectos relativos a su vida privada y una demostración de cual iba a ser su grado de vinculación en la construcción del nuevo Estado.

Esta solicitud se contrastaba con, al menos, cuatro informes diferentes elaborados por el alcalde, el párroco, el jefe de la Guardia Civil y un padre de familia bien considerado. Estos informes fueron la base fundamental sobre la que se asentaron las sanciones: la separación definitiva del cargo, el traslado forzoso del municipio o de la provincia, la suspensión temporal de empleo y sueldo y la inhabilitación para ejercer la enseñanza. El procedimiento general de depuración está bien explicado en la Wikipedia.

Se calcula que entre un cuarto y un tercio de los sometidos a depuración fueron castigados con alguna sanción. Muchos no solicitaron su depuración forzosa, bien porque habían sido asesinados, bien porque se habían exiliado o bien porque no querían ejercer su función al servicio del nuevo Estado. Este es el caso de Miguel Ambrosio Zaragoza, que renunció a ser maestro y se dedicó al dibujo de historietas. Su seudónimo fue Ambrós y fue autor de los dibujos de El Capitán Trueno.

El pasado mes de agosto falleció mi madre, con 91 años. Poco antes de morir le pregunté si se acordaba del nombre de su maestra. Mi madre sólo pudo asistir a la escuela entre los 10 y los 13 años. Con esa edad se tuvo que poner a trabajar. Ochenta años después se acordaba perfectamente de Doña Emilia Erice Condearena, su querida maestra, la que le había enseñado las cuentas y las letras que le habían ayudado a sortear una vida llena de dificultades. Cada vez que hablaba de ella, le brillaban los ojos y la emoción le embargaba. Doña Emilia, además de contagiar a mi madre el amor por aprender, ayudó a mi abuela Escolástica a firmar y a superar la vergüenza que le causaba tener que identificarse con una X.

Doña Emilia fue una invitada especial de la boda de mis padres y su memoria siempre acompañó a mi madre en su vida y en las decisiones que tuvo que tomar cuando muy joven se quedó viuda y con un hijo adolescente a su cargo. En una rápida búsqueda en internet descubrí que había sido maestra en Canfranc durante la República. Militante de UGT y representante del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. El castigo fue el destierro de su provincia y el traslado a Guipúzcoa, a Beasain, en agosto de 1943. Aquí desarrolló su trabajo con toda la dignidad y vivió con su madre en la casa de los maestros, con un terrible control social por parte de algunos de sus compañeros, muy fieles al régimen y dispuestos a delatar cualquiera conducta inapropiada.

Las cosas que tiene la vida. Este artículo lo he escrito en mi pueblo, en la sala de estudios de la Biblioteca Municipal que se levanta en la antigua casa de maestros, donde doña Emilia Erice, tuvo que vivir su castigo y el consuelo que le daban niños y niñas con tantas ganas de aprender como mi madre. Es posible que algún día esta sala de estudio reivindique la memoria de doña Emilia y de todos sus compañeros que empeñaron sus vidas en lograr una sociedad más justa. ¿Quién sabe? Sería una bonita manera de cerrar el círculo y un acto de justicia."                  (Antonio Somoza Barcenilla, eldiario.es, 06/12/24)

2/12/24

‘Apuntarme con menos nervios y más directamente, porque a mí no me habéis dado ni uno’... el médico que luchó contra el paludismo y fue fusilado por el régimen franquista... Rechazó al cura sin encrespamiento y con la máxima educación, le agradeció el gesto pero lo desvió ‘hacia estos hombres que quizá lo necesiten, padre, puesto que yo, ni he tenido nunca esas creencias o, si las hubiera tenido, hubieran acabado ahora’”... la lucha antipalúdica, que en 1936 estaba a punto de conseguir erradicar la enfermedad en España, se vio enormemente retrasada por la Guerra Civil y por la destrucción sistemática de la obra de los De Buen... su hermano Eliseo, entonces director del Instituto Antipalúdico de Navalmoral de la Mata, fue detenido y apartado de toda investigación

 "Estaba en Córdoba, en el cementerio de San Rafael, bovedilla de adultos, n. 54, fila 1., departamento 2. Pero, 88 años después de su fusilamiento, ya está en Zuera, el pueblo de su padre. Sadí de Buen Lozano, médico parasitólogo, uno de los principales protagonistas de la lucha antipalúdica en España en los años 20 del siglo pasado, ha regresado por fin a casa. Dos de sus nietas, Teresa y Beatriz Biaggi de Buen, acompañadas de sus hijos y de sus propios nietos —uno de ellos, de nombre Sadí, de cinco años, y otro, Giacomo Sadí, de 20— asistieron emocionadas a la inhumación de los restos.

Había nacido en Barcelona, en 1893, así que tenía 43 años cuando fue fusilado en septiembre de 1936. Detenido por los falangistas el 23 de julio, fue encarcelado durante poco más de un mes. Allí escribió algunos textos que pudieron ser recuperados: “Miro el reloj y son las tres de la mañana; me duele el brazo, me duelen las costillas, me duele el reloj”. Sin perder el humor, supo enfrentar la muerte con una entereza que llamó la atención de los presentes la noche de su fusilamiento. Iba consolando al resto de condenados, rechazó el auxilio del cura, y, según el testimonio de un testigo, Carlos Zurita González-Vidarte, entonces joven médico en el Hospital Provincial de Córdoba y ayudante del forense, “durante el transporte se había destacado ya por las palabras de aliento y consuelo, que dirigía a los que les había tocado la misma suerte y le acompañaron en el camión. Rechazó al cura sin encrespamiento y con la máxima educación, le agradeció el gesto pero lo desvió ‘hacia estos hombres que quizá lo necesiten, padre, puesto que yo, ni he tenido nunca esas creencias o, si las hubiera tenido, hubieran acabado ahora’”.

“Aquello acabó de impresionar aún más a los del pelotón”, continúa el joven médico, “y, efectivamente, cuando salió la orden de ¡fuego!, al derrumbarse aquella masa, algunos todavía atados entre sí, y en ese silencio trágico que sucede a todos los actos sublimes (allí se sublimaba mucho, también), nos quedamos aterrorizados al ver cómo de entre aquella masa se levantaba un hombre con otro atado al codo y dirigiéndose al pelotón, les dice serenamente: ‘Apuntarme con menos nervios y más directamente, porque a mí no me habéis dado ni uno’. Y así fue. He pensado muchas veces después sobre ello. Para mí, los hombres del pelotón estaban tan impresionados ante la heroica figura de este hombre que, instintivamente, todos apuntaron a los demás y por igual razón, ninguno apuntó a Sadí de Buen”.

Según el relato manuscrito escrito por María Luisa de Buen, hija de Víctor, hermano pequeño de Sadí, este había llegado a Córdoba el 13 de julio de 1936, de acuerdo a lo publicado en el diario Guion. Trabajaba en el Ministerio de Sanidad como Inspector General de Servicios y la noticia añade que en esos días estaba visitando, junto al doctor Binzo, la inspección provincial de Sanidad, las instalaciones de la zona. Pensaba dirigirse después a Sevilla, pero, tras el golpe de Estado del 18 de julio, fue detenido, según el relato del mismo medio: “Esta tarde se ha realizado en nuestra capital una detención importantísima. La han llevado a cabo dos agentes de vigilancia y el comandante Zurdo. El detenido es el director general de Sanidad don Sadí de Buen. (…) Se cree que el señor De Buen actuaba de agente de enlace entre las milicias marxistas”. Quien le detuvo era Luis Zurdo, comandante de la Guardia Civil tristemente famoso por ser el responsable de los fusilamientos en Córdoba en los primeros meses de la guerra.

Sadí de Buen, ese hombre sereno de 43 años, era el tercer hijo de Odón de Buen, el introductor de la oceanografía en España. Licenciado en medicina, se formó en parasitología con el doctor Gustavo Pittaluga, un médico italiano afincado en España, catedrático de la Universidad Central y precursor de la epidemiología en nuestro país. Alumno brillante, tras doctorarse Sadí de Buen comenzó investigando sobre la lepra, para lo que viajó a la India con una ayuda de la Fundación Rockefeller; a su regreso, ofreció una conferencia sobre el tema, con el añadido de una película, según anunciaba la prensa de la época.

Como parasitólogo, describió la enfermedad de la fiebre recurrente española, además de encontrar el agente causante, la bacteria Treponema hispánica, y el vector que la transportaba, una garrapata llamada Ornithodoros erraticus. También investigó sobre la leishmaniasis, una infección producida por protozoos que son transmitidos por un tipo de mosquitos; de hecho, De Buen describió tres nuevas especies de este tiempo de dípteros.

Pero su gran obra fue el trabajo con Pittaluga para la erradicación de la malaria. Junto al médico italiano, y junto a su hermano Eliseo de Buen, también médico, y otros jóvenes investigadores, encontraron la zona cero de la malaria en España en Cáceres, desde donde organizaron lo que se ha considerado “la primera lucha epidemiológica organizada en nuestro país, desde su inicio a principios del siglo XX, hasta 1964, fecha de la certificación de la erradicación del paludismo en España”, según Balbina Fernandez Astasio, profesora de la Universidad Rey Juan Carlos que ha investigado la historia del paludismo.

Sadí de Buen, que colaboró también con Pittaluga en su cátedra, trabajó después en el Instituto de Higiene Alfonso XIII, que dirigía Ramón y Cajal, y fue miembro de la Comisión Antipalúdica Central. En 1920 se inició la creación de los dispensarios antipalúdicos, de los que crearon 32, y cuatro años después, en 1924, fundó el Instituto Antipalúdico de Navalmoral de la Mata, el gran centro de investigación desde donde consiguieron reducir el impacto de la enfermedad, que en aquellos años ocasionaba pérdidas humanas y económicas enormes. Según los datos de la Inspección para el Saneamiento del Campo, creada en 1910 por el Ministerio de Fomento, debido a esta enfermedad la superficie de cultivo que quedaba infrautilizada al tratarse de terrenos pantanosos ascendía a 400.000 hectáreas, y la morbilidad palúdica se situaba entre 500.000 y 800.000 personas en una población de poco menos de 20 millones. Según escribiría el propio Sadí de Buen en un librito de divulgación de 1922 y publicado por Calpe, El paludismo en el campo, en España “cada año han enfermado 192.700 personas, y en nueve años 1.734.200; es decir, más de un millón y medio de enfermos en nueve años. ¡Qué de pérdidas supone esto para la economía nacional! Y téngase en cuenta que se trata de UNA ENFERMEDAD EVITABLE”.

El proyecto antipalúdico disponía de las ayudas concedidas por la Fundación Rockefeller porque su agente en Europa, Charles Bailey, conocía bien el programa; además, en 1926 visitó el centro de Navalmoral de la Mata de la Comisión Antipalúdica y aseguró que “es la única institución [de España] con la que valía la pena colaborar”. De hecho, la Fundación Rockefeller le concedió una beca a Sadí de Buen en 1926 para ampliar estudios en la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins, en Baltimore, EE.UU., según relata Esteban Rodríguez Ocaña en su libro La acción médico-social contra el paludismo en la España metropolitana y colonial del siglo XX. En los cursos que daban en Navalmoral, con estudiantes de todo el mundo, participó también el médico Pedro Laín Entralgo, que asegura en su libro de memorias Descargo de conciencia que allí pudo comprobar la razón “el gran prestigio mundial que Pittaluga y él [Sadí de Buen] habían conseguido para la parasitología española”.

Como parte de la lucha antipalúdica, además de las medidas que aconsejaban tomar a los habitantes de la zona, los dos hermanos De Buen, como otras personas, consideraban que lo más eficaz podría ser encontrar un pez que se comiera las larvas de los mosquitos que transmiten la enfermedad. De hecho, en 1922 ambos publicaron un artículo llamado “Adaptación en España de la Gambusia affinis”, el sistema que, años después, lograría acelerar el proceso para erradicar la enfermedad. Hasta entonces, entre otras medidas, se recomendaba verter petróleo en las charcas para evitar la proliferación de los mosquitos. Sadí de Buen era miembro de la Comisión de Paludismo de la Sociedad de Naciones, el antecedente de la ONU.

Finalmente, tras muchos intentos, llegaron a España algunos ejemplares de Gambusia affinis, gracias a que el Bureau of Fisheries de EE.UU. envió “un lote de doscientos ejemplares en sendos envases de hoja de lata muy bien dispuestos y acompañados de la conveniente alimentación para la travesía”, según relata Odón de Buen en sus memorias. El problema era conseguir la aclimatación de estos peces, algo que se había intentado en varios países sin éxito.

Un pez contra el paludismo

Sin embargo, Sadí de Buen tenía dos hermanos biólogos y expertos en peces y, de hecho, ya en 1918, su hermano Fernando había publicado, en la Revista de Estudios Científicos del Cantábrico y de Ictiología Marina y Fluvial, insertada en el Boletín de la Sociedad de Oceanografía de Guipúzcoa, un trabajo titulado “La piscicultura como medio de destrucción del paludismo”. Se dieron, pues, las circunstancias, la reunión de conocimientos epidemiológicos e ictiológicos, además de contar con los acuarios del Instituto Español de Oceanografía (IEO), fundado en 1914 por Odón de Buen y en el que, además de Fernando, trabaja otro miembro de la familia, Rafael de Buen, también biólogo marino.

Entre todos ellos lograron aclimatar la especie y soltar ejemplares en las charcas de Talayuela, en Cáceres, una zona en la que el paludismo era muy habitual. Una vez que las gambusias se reprodujeron, se enviaron ejemplares a casi todos los países ribereños del Mediterráneo y hasta la Unión Soviética y Siria. Tal y como escribe en sus memorias Odón de Buen, reivindicando las investigaciones del IEO, “¿cuántas víctimas no habrían arrancado al paludismo que depaupera y empobrece extensas regiones? Solo este servicio compensa con creces los esfuerzos y los gastos de nuestro Instituto”.

Sin embargo, las gambusias son hoy un problema ambiental puesto que, como especie exógena y muy voraz, han competido deslealmente con especies locales. Ya en 1926, muy poco después de haberlas soltado, Fernando de Buen escribió un trabajo sobre su impacto en el que, tras llamar la atención sobre los notables riesgos de la introducción de especies alóctonas, afirmaba que “si no compensara con creces la destrucción intensa de algunos peces indígenas con los efectivos beneficiosos que aporta la Gambusia en la lucha contra el paludismo, verdadero azote de algunas comarcas nuestras, pudiera pensarse seriamente en compensar su supremacía aportando un nuevo factor en las variaciones del número de individuos, la pesca intensiva”.

No se llevó a cabo esa pesca intensiva y hoy, tal y como señala Rafael Calero Berna en El caso de Extremadura y la introducción de Gambusia holbrooki (Girard, 1859) como agente de control biológico, “en la actualidad, G. holbrooki se encuentra incluida en la lista de las cien especies invasoras más dañinas del mundo, elaborada por el Grupo Especialista de Especies Invasoras de la IUCN. Además, ha sido incluida por el Grupo Especialista en Invasiones Biológicas entre las veinte especies exóticas de mayor impacto en España”.

En todo caso, la lucha antipalúdica, que en 1936 estaba a punto de conseguir erradicar la enfermedad en España, se vio enormemente retrasada por la Guerra Civil y por la destrucción sistemática de la obra de los De Buen. Sadí fue fusilado en 1936 y su hermano Eliseo, entonces director del Instituto Antipalúdico de Navalmoral de la Mata, fue detenido y apartado de toda investigación. Le obligaron a trabajar como médico rural en pequeños pueblos de Cáceres y Sevilla, sin poder salir de ellos, hasta que, en 1951 se le concedió el pasaporte y la posibilidad de viajar a México, donde estaba su familia y donde murió en 1986. El retroceso en la lucha antipalúdico fue enorme. Como escribe Balbina Fernández Astasio, “en 1935 estaban en funcionamiento 47 Dispensarios Antipalúdicos atendidos por 44 Médicos especializados y el Entomólogo Juan Gil Collado”. Y, sin embargo, “en 1942 se registraron 276.905 enfermos y 1.801 muertos de malaria. Al año siguiente se contabilizaron 426.000 palúdicos, casi diez veces más que el primer año de guerra”.

Ahora, gracias al tesón de su familia y de la Fundación Odón de Buen, Sadí ha regresado a su pueblo desde Córdoba, “dónde no tenía nada que hacer”, según una de las nietas, Beatriz Biaggi de Buen, que vive en Milán: “Hemos hecho algo que le habíamos prometido a mi madre”. Su madre, Ana María de Buen, uno de los cuatro hijos de Sadí, había nacido en España en 1928 y hubo de exiliarse en 1939 a México, como la mayor parte de la familia De Buen. “No hablaba de esto —dijo en el acto de exhumación la nieta de Sadí, Teresa Biaggi de Buen— pero con su ejemplo nos enseñó qué comportamiento de entrega y bondad tenía nuestro abuelo. Nos enseñó con su silencio.”

La Fundación Odón de Buen ya había traído en 2003 los restos de Odón de Buen, que murió también en el exilio mexicano en 1945, para ser enterrados en el mausoleo que en su honor se habilitó en el cementerio de Zuera, su pueblo natal. También reposan allí los restos de Rafaela Lozano, esposa de Odón y madre de Sadí, que murió en 1941 en Banyuls sur Mer, en la primera etapa del exilio familiar.

El pueblo de Zuera lleva ya muchos años reivindicando la memoria de su hijo más ilustre gracias al empuje de Javier Puyuelo, que fue alcalde de la localidad, y de Mariano del Cos. Diferentes corporaciones han seguido empujando en la misma dirección, incluido el actual alcalde, José Manuel Salazar, y el bautizo del excelente y novísimo buque oceanográfico Odón de Buen, que tuvo lugar el 21 de noviembre en Cádiz, muestra cómo el trabajo por sacar a la luz la figura del fundador de la oceanografía en España ha dado buenos frutos. Se trata de un buen ejemplo de cómo hacer realidad la memoria histórica, de traer al presente a personas que, con mayor o menor éxito profesional, estaban profundamente olvidadas.

En Zuera, sin embargo, los alumnos del colegio público Odón de Buen saben bien quién fue su amigo Odón, a quien cada 18 de noviembre, aniversario de su nacimiento, dedican diversos actos. Sin embargo, tal como dijeron esos mismos niños y niñas en el emocionante acto de inhumación de Sadí el 15 de noviembre, “ha costado mucho encontrar información sobre él”. Con el trabajo de mucha gente, sin embargo, poco a poco se recupera la memoria de quienes han sido injusta y tenazmente olvidados durante demasiado tiempo."

( Antonio Calvo Roy , Rebelión, 25/11/24, fuente eldiario.es)

24/11/24

Una Shoah está teniendo lugar en Oriente Medio y pocos parecen darse cuenta, desde luego no los responsables de las miles de bombas que llueven sobre civiles inocentes, en su mayoría mujeres, niños, ancianos y discapacitados... Esto sucede mientras Bibi Netanyahu, cuyas manos, irreconocibles por la sangre que las cubre, se jacta de la capacidad de las Fuerzas de Defensa de Israel para identificar adversarios en una multitud y matarlos sin piedad... No puedo dejar de preguntarme cómo los líderes del pueblo que sufrió los horrores indecibles del Holocausto pueden infligir un Holocausto a otras personas (Cesar Chelala)

 "Una Shoah está teniendo lugar en Oriente Medio y

pocos parecen darse cuenta,

desde luego no los responsables de las miles de bombas que llueven sobre

civiles inocentes, en su mayoría

mujeres, niños, ancianos y discapacitados.

Los que lo ordenaron e hicieron posible

se sientan cómodamente en sus regordetes despachos

ajenos al sufrimiento

Predican la paz mientras libran una guerra interminable

Mientras tanto (un verdadero mientras tanto)

más de 40.000 palestinos han muerto, varios miles han quedado con heridas permanentes

su futuro casi destruido para siempre

mientras más de un millón de desplazados deambulan por las carreteras sin cubrir sus necesidades más básicas.

Los israelíes cuyos familiares murieron el 7 de octubre

experimentan el mismo duelo, aunque en un número drásticamente más limitado

su esperanza casi destruida

Esto sucede mientras Bibi Netanyahu, cuyas manos, irreconocibles por la sangre que las cubre,

se jacta de la capacidad de las Fuerzas de Defensa de Israel para identificar adversarios en una multitud y matarlos sin piedad.

¿Es este el mundo que queremos dejar a nuestros hijos?

No puedo dejar de preguntarme cómo los líderes del pueblo que sufrió los horrores indecibles del Holocausto

pueden infligir un Holocausto a otras personas."

(El Dr.  es co-ganador del premio Overseas Press Club of America 1979 por el artículo «Desaparecidos en Argentina: la desesperada búsqueda de miles de víctimas secuestradas». Counter Puch, 08/10/24, traducción DEEPL)

28/10/24

La CNN dice que un soldado israelí ha sufrido un trauma porque tuvo que atropellar a demasiados palestinos con su D9 bulldozer blindado... Dice que ya no puede comer carne porque tuvo que pasar por encima de tanta carne humana, y le recuerda toda la sangre y las vísceras y los huesos y tejidos que salían a chorros cuando los atropellaba... Pobre soldado israelí, ya ni siquiera puede disfrutar de un Big Mac... sin que le atormenten visiones de torsos y cráneos humanos chorreando vísceras y sesos, mientras los arrollaba «vivos y muertos» en los campos de exterminio de Gaza (Caitlin Johnstone, periodista australiana independiente)

Caitlin Johnstone @caitoz

 McGenocide 

La CNN dice que un soldado de las IDF ha sufrido un trauma porque tuvo que atropellar a demasiados palestinos con su D9 bulldozer blindado.

 Dice que ya no puede comer carne porque tuvo que pasar por encima de tanta carne humana (en realidad la llamaba «carne»), y le recuerda toda la sangre y las vísceras y los huesos y tejidos que salían a chorros cuando los atropellaba.

 Pobre soldado de las FDI, ya ni siquiera puede disfrutar de un Big Mac, ni siquiera puede morder una jugosa hamburguesa McGenocide, ni siquiera puede masticar un bocado de sangre sin que le atormenten visiones de torsos y cráneos humanos chorreando vísceras y sesos mientras los arrollaba «vivos y muertos» en los campos de exterminio de Gaza. 

Ni siquiera puede disfrutar de sus McNuggets para niños sin recordar a todos los niños que mató, todos los cuerpos diminutos, los cuerpos destrozados, los cuerpos arrasados, los trozos de cuerpos metidos en las ruedas de la excavadora, atrapados en las obras, teniendo que sacarlos a mano porque, caramba, tenemos que usarla más mañana.

Y el hombre de la CNN dice ¡Qué triste! ¡Qué triste! 

Un hombre tiene que tener su carne. Tiene que morderla, sentir cómo le gotea por la barbilla, oírla gritar y suplicar ayuda, oírla clamar por su madre una última vez y luego nada más que chasquear y crujir y masticar y tragar y regarla con licor fuerte para matar los sentimientos de su pecho, los sentimientos que nunca se irán, que golpean como fuego de mortero cuando se despierta de sueños rojos de gritos y chorros y crujidos y estallidos, y recuerda que solía ser un niño inocente como los pequeños fantasmas rojos que atormentan sus noches.

Y nosotros también vivimos el McGenocidio, ¿verdad? 

Lo vivimos junto a él aquí, en este país de locos donde reímos y bromeamos y comemos cubos de bazofia de carne mientras nuestro gobierno convierte a los humanos en picadillo de bulldozer en Gaza. 

 Sonriente y santo hoyo negro, con carne goteando por nuestras barbillas mientras el cielo se vuelve rojo y los pájaros se convierten en drones de la Parca, riéndonos de nuestros podcasts y enfadándonos con el conductor de Uber Eats por llegar cinco minutos tarde con nuestro próximo plato lleno de carnicería.

Y nosotros también tenemos pesadillas, ¿verdad? 

Nos despertamos temblando de terror ante lo que hemos permitido, lo que hemos ayudado a hacer posible, lo que consentimos tácitamente mientras nos distraemos con smartphones y servicios de streaming y porno y cotilleos, y las ridículas falsas elecciones para el próximo falso presidente de Estados Unidos, y plato tras plato de sangrante carne roja. 

Nuestros dientes se afilan y nuestros corazones se endurecen, y las chimeneas llenan el aire de un hedor espantoso. 

En esta ciudad genocida, esta ciudad fantasma, esta ciudad de carne, es esencial aprender a ahogar los sentimientos y ladrar y rebuznar a la luna roja como la sangre hasta el amanecer, porque es mejor que dormir y soñar y recordar, recordar lo que hemos hecho, y a dónde vamos, y en lo que nos hemos convertido, y en lo que todavía nos estamos convirtiendo. 

Lectura de Tim Foley.

https://x.com/i/status/1849068968516202593

(McGenocide CNN says an IDF soldier has suffered trauma because he had to run over too many Palestinians with his D9 armored bulldozer. Says he can’t eat meat anymore because he had to drive over so much human meat (he actually called it “meat”) and it reminds him of all the blood and guts and bones and tissue that would come squirting out when he ran over them. Poor IDF soldier, can’t even enjoy a Big Mac anymore, can’t even bite into a big juicy McGenocide burger, can’t even masticate a mouthful of gore without being haunted by visions of human torsos and skulls spurting guts and brains as he plowed over them “dead and alive” in the killing fields of Gaza. Can’t even enjoy his Children McNuggets without remembering all the kids he killed, all the tiny bodies, shredded bodies, bulldozed bodies, body parts packed into the treads of the bulldozer, getting caught in the works, having to pull them out by hand because by golly we need to use it some more tomorrow. And the CNN man says So sad! So sad! A man’s got to have his meat. Got to bite into it, feel it dribbling down his chin, hear it screaming and begging for help, hear it crying out for its mother one last time and then nothing but snapping and crunching and chewing and swallowing and washing it down with hard liquor to kill off the feelings in his chest, the feelings that won’t ever go away, that pound like mortar fire when he awakens from red dreams about screaming and spurting and crunching and popping, and remembers that he used to be an innocent young child like the tiny red ghosts who haunt his nights. And we live the McGenocide too, don’t we? We live it right alongside him here in this crazy country where we laugh and joke and eat buckets of meat slop while our government turns humans into bulldozer mince in Gaza. Grinning Black Hole Sun grins with meat dribbling down our chins while the sky turns red and the birds turn into Reaper drones, giggling at our podcasts and getting mad at the Uber Eats driver for being five minutes late with our next plate full of carnage. And we have the nightmares too, don’t we? Waking trembling with terror at what we’ve allowed, what we’ve helped make possible, what we tacitly consent to while we distract ourselves with smartphones and streaming services and porn and gossip and the ridiculous fake election for America’s next fake president and plate after plate of bleeding red meat. Our teeth grow sharper and our hearts grow harder, and the smoke stacks fill the air with a horrifying stench. In this genocide town, this ghost town, this meat town, it’s essential to learn how to drown out the feelings and bark and bray at the blood red moon until dawn because it beats the hell out of sleeping and dreaming and remembering, remembering what we have done, and where we are going, and what we have become, and what we are still becoming. Reading by Tim Foley.)

2:42 p. m. · 23 oct. 2024 43 mil Reproducciones 

 

"La CNN criticada por un "artículo solidario" sobre el ejército israelí.

 La CNN se enfrenta a reacciones violentas por un artículo sobre la salud mental de los soldados israelíes desplegados en Gaza, que, según sus propias palabras, han atropellado a palestinos «vivos y muertos, por centenares», con excavadoras.

En el artículo, «Israeli soldiers returning from war struggle with trauma and suicide» (Los soldados israelíes que regresan de la guerra luchan contra el trauma y el suicidio), publicado el lunes, la cadena de noticias estadounidense entrevista a la familia y a un colega de un soldado israelí que murió por suicidio tras luchar contra el trastorno de estrés postraumático a su regreso de Gaza. El reportaje aborda los problemas de salud mental de los soldados que regresan del enclave asediado.

Miles de usuarios de las redes sociales han criticado el artículo, que, según ellos, pretende humanizar a los soldados israelíes y ayudar a justificar y encubrir sus acciones, olvidando mencionar los aspectos legales y humanitarios de las acciones de Israel en su guerra contra Gaza. Israel se enfrenta a acusaciones de genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra ante tribunales internacionales.

«Mientras estos asesinos cometen algunos de los actos de genocidio y exterminio más horribles del siglo XXI, medios de comunicación occidentales como la CNN publican historias que humanizan a estos criminales centrándose en sus luchas personales contra el trauma y en cómo afrontan los crímenes que han cometido -y siguen cometiendo- en Gaza cuando regresan a casa», escribió Jehad Abusalim, directora del Instituto de Estudios Palestinos.

 «Mientras tanto, nuestros hijos, madres, hermanos, vecinos, amigos, maestros, profesores, médicos, enfermeras y primeros intervinientes son asesinados, quemados e incinerados a diario. Sus muertes apenas se mencionan, reducidas a meros números sin historias, nombres o vulnerabilidades que evoquen empatía y apoyo», continuó en su publicación en X, antes Twitter.

Varias personas destacaron que el soldado fallecido en el centro de la historia, Eliran Mizrahi, era conductor de una excavadora D-9 que estaba «limpiando» cuerpos y escombros, algo que no se menciona hasta aproximadamente un tercio del artículo.

La CNN escribe que su amigo y colega, Guy Zaken, declaró al Parlamento israelí en junio que los soldados atropellaron a «terroristas, vivos y muertos, por centenares».

Zaken declaró a la CNN que ya no podía comer carne por haber visto los cuerpos palestinos aplastados bajo el vehículo militar: «Cuando ves mucha carne fuera, y sangre... tanto nuestra como de ellos (Hamás), entonces realmente te afecta a la hora de comer», dijo, refiriéndose a los cuerpos de la gente como “carne”.

Una persona en X, respondió: «'No te importan los palestinos aplastados vivos bajo los tanques con sus cuerpos explotando, sólo ten cuidado si los pensamientos suicidas de los soldados israelíes que los aplastaron pueden molestarte'».

 «Su copiloto habla de aplastar a la gente de tal manera que sus cuerpos explotan y de cómo está tan perturbado por esto que ya no puede comer carne, pero en el siguiente aliento dice que 'no hay tal cosa como ciudadanos' en Gaza», dijo otra persona.

Middle East Eye ha informado anteriormente sobre tanques y excavadoras israelíes que aplastan a civiles palestinos, una técnica que el ejército ha empleado desde el comienzo de su guerra contra Gaza en octubre de 2023.

El artículo de la CNN no aclara quién estaba siendo atropellado por los vehículos militares.

Escribe: «[Zaken] mantiene que la gran mayoría de los que encontró eran “terroristas”». El artículo no menciona quiénes eran los otros no incluidos en la «gran mayoría».

Atropellar a combatientes heridos constituye una violación del Derecho Internacional Humanitario, que prohíbe «los medios y métodos de guerra que, por su naturaleza, causen daños superfluos o sufrimientos innecesarios».

Los combatientes heridos tienen derecho a recibir tratamiento médico sin demora, según las normas de derecho internacional establecidas por el Comité Internacional de la Cruz Roja.

El derecho internacional humanitario también exige que los muertos reciban un trato respetuoso, incluida la prevención de la mutilación y profanación de los cadáveres.

Sin embargo, el informe de la CNN no hace referencia a posibles violaciones del derecho internacional.

Permitir la violencia de la ocupación

Varios usuarios de las redes sociales afirmaron que el artículo era emblemático de la cobertura de los medios de comunicación occidentales sobre los palestinos, que, en su opinión, deshumanizaba y servía para justificar el ataque de Israel contra Gaza.

«Es difícil exagerar hasta qué punto los marcos contemporáneos del trauma de la guerra dependen -y permiten y reproducen- la violencia y la deshumanización de la ocupación y la contrainsurgencia», afirmó una persona.

En un vídeo de TikTok, otro usuario de las redes sociales decía: «Si los medios de comunicación occidentales no fueran tan corruptos, el titular de este artículo habría sido 'Soldado de las IOF [Fuerzas de Ocupación Israelíes] admite haber atropellado a cientos de personas con una excavadora y haber visto cómo les salían las entrañas'».

Otros señalaron que la nota del editor al principio del artículo advertía de las menciones al suicidio, sin hacer referencia a la violencia contra los palestinos en el artículo, que también podría angustiar a los lectores.

«Se espera que el lector encuentre el trauma del soldado que dijo haber matado a cientos de palestinos más perturbador que sus asesinatos reales », dijo un usuario de las redes sociales.

Otro dijo: Pensando en cómo la nota del editor al principio de esta historia es una advertencia sobre el suicidio y no menciona la descripción bastante gráfica de los palestinos asesinados por el bulldozer (cito: «todo sale a chorros»). imo [en mi opinión] revelador re: que los editores ven como humanos «."                  

(Reem Aouir , Middle East Eye, 22/10/24, traducción DEEPL)

25/10/24

Las cartas de los presos del 36 en La Rioja antes de ser fusilados... “Y nada más querida esposa e hijos, me quitan de vosotros, lo que más quiero en el mundo, para mandarme al otro, el de los olvidados para siempre. Adiós a todos, acordaros un poco de mí”

 "¿Qué escribiríamos si supiéramos que nuestras palabras son las últimas? A esta pregunta de respuesta casi imposible se tuvieron que enfrentar centenares de presos en 1936. “Me quitan de vosotros para llevarme al mundo de los olvidados para siempre”, fueron las palabras elegidas por Cipriano Berrozpe para despedirse de su esposa desde la cárcel de La Industrial de Logroño. Decenas de cartas como esta fueron recopiladas por Jesús Vicente Aguirre para su libro “Escríbeme a la tierra” y que el propio escritor presentó este fin de semana en la XIII edición de los Encuentros Transfronterizos de Memoria Histórica, Democrática y Antifascista que se celebraron este fin de semana en la capital riojana con la participación de casi una treintena de asociaciones memorialistas.

Esa pregunta, qué escribiríamos, es precisamente la premisa del libro que recoge las cartas de 39 represaliados riojanos. Jesús Vicente Aguirre, escritor y uno de los principales representantes en La Rioja de la canción protesta y social, lleva más de 25 años estudiando la Guerra Civil y la represión en La Rioja. Para su último libro visitó decenas de hogares que compartieron con él esas cartas, ese recuerdo tan íntimo, esas últimas palabras que recibieron de sus padres, abuelos, tíos asesinados.

“Cuatro letras para decirte que me han condenado a muerte. Estoy tranquilo porque me he confesado y voy a morir bien. Me voy al otro mundo con la conciencia bien tranquila de que no he hecho mal a nadie”, fueron las últimas palabras de José Antonio Ozcoz, con 21 años. “No des padrastro a nuestros hijos. Edúcalos, que es la mejor herencia que les puedes dejar”, se lee en una de las cartas de un preso para su novia embarazada y en la que da por hecho que en una de las sacas de cada noche le tocaría a él ser asesinado.

Pero no todos sabían que escribían a sus familias por última vez. Entre las líneas que leyó su autor en la conferencia, se siente también la esperanza. “Ya parece que salen a la calle, a ver si Dios quiere que un día nos toque a nosotros”, escribió Gaspar Martínez, natural de San Román de Cameros. “No te he escrito antes, madre, porque pensaba que me iban a sacar enseguida”, puso Emilio Pérez Pellejero en la última carta que escribió a casa, un día antes de ser fusilado, y en la que preguntaba por su hermano Aurelio sin saber que lo habían asesinado un mes antes.

A pesar de que cada historia personal es diferente, “cada historia es una historia universal”, señaló Jesús Vicente en su conferencia; muchas de ellas comparten ideas. Las preguntas e indicaciones sobre las labores del campo son un habitual: “Con cuántos vendimiadores han hecho la vendimia, había poca uva”, escribió a su mujer Félix Asensio, de Fuenmayor o “Qué saquéis la patatas para sembrar las habas”, le puso Román Hervías, de Nájera. “Y es que las mujeres tuvieron que asumir los trabajos de sus maridos”, recuerda el autor de “Escríbeme a la tierra”.

También hay expresiones que se repiten y que el propio Jesús Vicente Aguirre ha analizado en su trabajo. “De lo que me dices”, es quizás el comienzo más repetido, para marcar ese vínculo entre con las cartas recibidas de la familia, aunque estas, las cartas enviadas a los presos, apenas se han conservado. En las cartas que leyó el autor en los Encuentros Transfronterizos se repetía “Por aquí, todos bien”, “Muchos recuerdos a quien por mí pregunte. Estamos todos bien” o “Cuatro letras para decirte que estamos bien”, asumen que el resto de los compañeros están bien, nada más lejos de la realidad, quizás lo hicieron para tranquilizar a sus familias o para transmitirles esperanza.

Muchas de estas líneas se escribieron desde la cárcel que se instaló en la Escuela de Artes y Oficios de Logroño, La Industrial, y que llegó a albergar a 1.200 presos. Es la única que queda de las tres cárceles de Logroño, la de Beti Jai y la cárcel provincial fueron las otras dos y, precisamente, la asociación La Barranca reivindicó en los Encuentros Transfronterizos la declaración del edificio donde actualmente se ubica la Escuela de Diseño de La Rioja, la ESDIR, como espacio de memoria al amparo de la Ley de Memoria Democrática. “Que sirva de homenaje para los que estuvieron presos aquí y especialmente para los que fueron sacados para morir asesinados con nocturnidad y alevosía”, dijo Chuchi Cámara en la inauguración de los Encuentros en el Salón de Actos de la ESDIR .

“Esta mañana hemos estado al lado de ellos, los hemos visto”, dijo Jesús Vicente Aguirre en referencia a esa inauguración sobre los autores de muchas de las cartas recopiladas. Ahí, en La Industrial, Cipriano Berrozpe, escribió la carta más leída de la represión franquista en La Rioja: “Y nada más querida esposa e hijos, me quitan de vosotros, lo que más quiero en el mundo, para mandarme al otro, el de los olvidados para siempre. Adiós a todos, acordaros un poco de mí”.

“Lo bueno”, señaló Aguirre, “es que no lo hemos olvidado”.

Atardece en La Barranca

Los Encuentros Transfronterizos de Memoria Histórica, Democrática y Antifascista se celebraron el fin de semana por primera vez en Logroño de la mano de la asociación La Barranca bajo el título 'Dignidad y Memoria(s)'. Se trata de una serie de conferencias, grupos de trabajo, mesas redondas y visitas que se celebran cada año de forma alternativa entre Francia y España.

Una de las citas más esperadas de las presentadas en le programa era la visita La Barranca. El sábado fue la primera vez que muchas víctimas de la represión franquista y luchadores por la preservación de la Memoria Histórica estaban en el que es el símbolo de ello en La Rioja, de la represión pero también de la lucha por la memoria de las Mujeres de Negro, a quienes también se honró este sábado con una exposición de sus fotos a lo largo de las tres fosas de La Barranca.

José Schmitt Gómez es miembro de Caminar, la agrupación de asociaciones memorialistas francesas que impulsó los Encuentros Transfronterizos, a los que él asistió por primera vez este fin de semana. Nieto y sobrino de españoles enterrados en fosas comunes en Santander y Burgos, estar en La Barranca le ha emocionado. Sin poder evitar las lágrimas, cuenta que esta iniciando los trámites para recobrar su nacionalidad española, “mis hijos me recuerdan que soy internacionalista, sí, sin embargo, estos colores -dice agarrando el colgante del congreso con la bandera republicana- no son los colores de un país, son los colores de una idea”.

De fondo suenan poesías y versos de Federico García Lorca o Lucía Sánchez Saornil musicalizados y cantados por Elena Aranoa, y José Schmidt Gómez reivindica a los españoles que lucharon en la Resistencia Francesa: “Francia no se ha liberado sola, los españoles lucharon contra el fascismo creyendo que después los iban a ayudar a liberarse de la tiranía y la represión franquista, pero duró 40 años más”. En un clima en el que la importancia de la Memoria Histórica se cuestiona, reivindica el valor de que las asociaciones se unan “y encontremos estrategias contra las mentiras y los bulos que llegan”.

Para Nicolás Sesma, el autor de 'Ni una, ni grande ni libre: la dictadura franquista' que se presentó en los Encuentros, también fue la primera vez en La Barranca: “Ha sido bastante impresionante conocer la valentía de estas mujeres y lo que consiguieron para la memoria y el recuerdo”. Para Sesma, presentar su trabajo ante tantas asociaciones memorialistas hace “que encuentras sentido al trabajo, que no sea solamente un trabajo académico, sino que tenga impacto en la sociedad”. “El libro parte de la idea de que la dictadura no fue solo responsabilidad de una persona, sino de una serie de actores sociales y que hay que ser conscientes de ello para no repetirlo”, apunta este historiador.

Mientras la noche empezaba a caer sobre La Barranca, se sentía la emoción entre las canciones, las poesías, las fotos de las Mujeres de Negro y los allí presentes. Allí estaba el presidente de la asociación anfitriona, Ricardo Blanco; a pesar de que una reciente operación de rodilla le impidió estar en las charlas, no se podía perder la unión de tantas personas por una misma causa: “Que la lucha no sea tan solitaria como lo fue para nuestras Mujeres de Negro. Sus armas fueron su unión y su luto”, reivindicó. Y ya al final, con la noche ya sobre el memorial, todos cantaron con fuerza, como deseando que sea realidad, aquello que cantaba Labordeta: “Habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos una tierra que ponga libertad”."                 (Ester Fernández García , eldiario.es, 08/10/24)

22/10/24

“Mi abuelo no dejó de buscar a su padre”... Lo cuenta Joana Vital, la nieta de Manuel Vital, el conocidísimo conductor de la línea de autobús 47 de Barcelona, cuya batalla por llevar el transporte urbano hasta su barrio en 1978, ha sido llevada al cine... El cuerpo de Diego Vital fue arrojado a las profundidades de la mina Terría junto a medio centenar de hombres. Pero entonces nadie lo sabía. Las familias de los represaliados, también castigadas, estaban sometidas al silencio y nadie se atrevía a hablar

 "“Mi abuelo no dejó de buscar a su padre”. Lo cuenta Joana Vital, la nieta de Manuel Vital, el conocidísimo conductor de la línea de autobús 47 de Barcelona, cuya batalla por llevar el transporte urbano hasta su barrio en 1978, en Torre Baró, ha sido llevada al cine. Pero esa, la que describe la película de Marcel Barrena, no fue la única lucha que Vital emprendió.

La otra comienza en el otoño de 1936, en plena Guerra Civil, en Valencia de Alcántara (Cáceres). Diego Vital, contable en el ayuntamiento, fue asesinado por las tropas franquistas, como muchas otras personas en el pueblo. Su hijo mayor era Manuel Vital, entonces solo un adolescente, que con 13 años “adquirió una responsabilidad muy grande porque tuvo que capitanear a la familia”, explica su nieta.

“Mi abuelo hablaba de lo sucedido porque para él fue muy importante, le dio mucha fuerza y dignidad para llevar a cabo otras cosas en su vida, como el secuestro del 47”, asegura Joana, que subraya que el “leit motiv, el motorcito” de la vida de su abuelo fue pensar que algún día podría encontrar a su padre.

El cuerpo de Diego Vital fue arrojado a las profundidades de la mina Terría junto a medio centenar de hombres. Pero entonces nadie lo sabía. Las familias de los represaliados, también castigadas, estaban sometidas al silencio y nadie se atrevía a hablar. Solo había rumores, como en tantos otros pueblos de Extremadura, donde se calcula que 13.500 personas sufrieron la represión franquista.

“Un gran mosaico” de huesos

Unos años después, la familia se dispersó por España y en Valencia de Alcántara solo permaneció la madre. Manuel Vital llegó a Barcelona en 1948 arrastrando el pesar de no saber dónde estaba el cuerpo de su padre, y con su reloj, un objeto cargado de simbolismo en la película. Su nieta afirma que en Barcelona formó su propia familia pero “jamás olvidó sus raíces”, por lo que cuando se creó la Asociación de Memoria Histórica de Extremadura “comenzó a aportar dinero”.

Sin embargo, Vital falleció en 2010 y no fue hasta 2017 cuando la Diputación de Cáceres y la Universidad de Extremadura comenzaron los trabajos en la mina Terría, tras superar la negativa inicial de los propietarios de la finca a que entrasen los técnicos. En enero de 2018 se encontraron los cuerpos de medio centenar de hombres a 26 metros de profundidad, cubiertos por diez metros de agua.

Las labores de identificación han costado muchos años, complicadas por el estado de los restos después de tanto tiempo en contacto con el agua. “Formaban un gran mosaico”, que se tuvo que documentar “hueso a hueso”, según el catedrático de la Universidad de Extremadura, Julián Chaves, director del proceso de exhumación.

Una docena de cuerpos, sin identificar

Los resultados se presentaron el pasado viernes, 88 años después de los asesinatos llevados a cabo por el franquismo en Valencia de Alcántara. Entre ellos estaban los restos de Diego Vital, el padre de Manuel Vital, identificado gracias al ADN aportado por otro de sus hijos, que tampoco ha podido conocer una noticia “muy emocionante” para la familia, “pero la vida ha querido que en algún momento se encontraran y ha sido este año: por un lado, la película sobre mi abuelo y, por otro, se ha hecho público el hallazgo de los restos de mi bisabuelo”, dice Joana Vital.

Entre los cuerpos que se han encontrado en la mina también está el de Amado Viera Amores, alcalde republicano de Valencia de Alcántara. Su hija, Conchita Viera, acaba de cumplir 91 años y es todo un símbolo de la memoria histórica en Extremadura. Pero del medio centenar de cadáveres encontrados en Terría, hay 12 que a día de hoy siguen sin nombre ni apellidos.

Para la familia del conductor del autobús 47 se cierra un capítulo de su historia, pero “es muy duro y una pena muy grande que en tu propio país, después de una guerra civil , pase esto. Nos cuesta limpiar la memoria histórica”."                      (Santiago Manchado, eldiario.es, 16/10/24)

18/10/24

Las fosas comunes del valle de la rebeldía... El cortijo del Marrufo fue transformado en campo de concentración y en centro de detenciones, torturas y fusilamientos. Desde allí, entre noviembre del 36 y marzo del 37, se sembró el horror en todo el valle... Los vecinos de toda la comarca fueron obligados a presentarse en el cortijo. Un número indeterminado de personas fueron detenidas, torturadas y asesinadas sin juicio durante todo el año. Muchas mujeres retenidas en el campo de concentración fueron torturadas y violadas antes de ser fusiladas. Los relatos dan cuenta de que muchos de los vecinos masacrados fueron obligados a cavar las fosas en las que serían arrojados, así como a cubrir con tierra a los anteriores fusilados

 "(...) Los militares, procedentes de Jerez, Jimena, Alcalá de los Gazules y Ubrique, asesinaron a decenas de personas desarmadas, quemaron sus casas y robaron sus pertenencias; también las de Jacinto, cuya esposa y pequeños sobrevivirían para contarlo. Una vez tomada la zona y derrotado su Comité de Defensa, los fascistas se acuartelaron en el cortijo del Marrufo, a 9 kilómetros de La Sauceda.

(...) El documental La Sauceda, de la utopía al terror (2015), dirigido por Juan Miguel León Moriche y producido por el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar, y la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo en La Sauceda y el Marrufo, recogería los sucesos. Las últimas personas supervivientes, infantes cuando sucedió la masacre, y algunos de sus descendientes, rememoran en la película como procedieron los golpistas. El cortijo del Marrufo fue transformado en campo de concentración y en centro de detenciones, torturas y fusilamientos. Desde allí, entre noviembre del 36 y marzo del 37, se sembró el horror en todo el valle. Fueron los meses del denominado ‘terror caliente’. Los habitantes y refugiados supervivientes de los bombardeos de la Sauceda fueron recluidos en sus instalaciones. Los vecinos de toda la comarca fueron obligados a presentarse en el cortijo. Un número indeterminado de personas fueron detenidas, torturadas y asesinadas sin juicio durante todo el año. Muchas mujeres retenidas en el campo de concentración fueron torturadas y violadas antes de ser fusiladas.

Los relatos dan cuenta de que muchos de los vecinos masacrados fueron obligados a cavar las fosas en las que serían arrojados, así como a cubrir con tierra a los anteriores fusilados. El desprecio por la dignidad y humanidad de aquellos seres humanos se muestra en la forma en la que se llevaron a cabo las sucesivas masacres. Sin embargo, y a pesar de las terroríficas evidencias, una vez borrada del mapa La Sauceda, los susurros y el miedo se impusieron sobre la memoria de las generaciones venideras. Cuarenta años de terrorismo de Estado contra cualquier disidencia política tendrían como modelo moral, militar e institucional lo que durante aquel año los sublevados hicieron en todo el territorio del Estado español. Crímenes de lesa humanidad que, según la Ley de Memoria Histórica –Ley de Memoria Democrática desde 2022–, todavía pueden ser perseguidos. Miles de cunetas aún repletas de cadáveres que no han sido exhumados y dignificados lo atestiguan.

Donde talaron vidas, sueños e ilusiones retoñan la memoria y la justicia[1]

Sin embargo, la memoria se abre paso a través de los recovecos más inesperados. Durante décadas, aquellos dolorosos relatos familiares sobre lo ocurrido siguieron transmitiéndose. De hecho, fueron estos gestos, que pudieran parecer insignificantes, los que sostuvieron el frágil pero persistente hilo del recuerdo y abrieron paso a lo que, a partir de 2009, ocurrió. Una cruz de hierro, clavada en una pequeña pendiente junto a la capilla del cortijo del Marrufo resistía al paso de los años. Cada vez que la lluvia o los animales la tumbaban, alguien que conocía la historia del lugar volvía a hincarla en la tierra. Precisamente bajo esa cruz se encontraban algunas de las fosas comunes que, gracias a los testimonios orales y a las evidencias balísticas, pudieron descubrirse.

Los expertos llegaron a afirmar que en el Marrufo podía encontrarse una de las mayores fosas comunes clandestinas, fuera de un cementerio, del Estado español. Una vez inaugurada la ruta de trabajo, arqueólogos, historiadoras, estudiantes, voluntarias y descendientes de desaparecidos se pusieron en marcha. Como resultado de las actividades colectivas desarrolladas de 2009 a 2012, siete fosas comunes con los restos de 28 cuerpos fueron recuperados del cortijo del Marrufo. La campaña más importante fue financiada por un particular, nieto y bisnieto de fusilados en el valle, y propietario de una de las marcas de relojes más importantes del mundo. Fue con su apoyo financiero, no con el del Estado, como se llevaron a cabo las exhumaciones de 2012, se creó la Casa de la Memoria de la Sauceda y se rehabilitó el Cementerio de La Sauceda con su Panteón de la Dignidad, en el que descansan los restos de esos 28 asesinados ya dignificados, uno de ellos Jacinto. (...)"   (Helios F. Garcés, CTXT, 01/10/24)

6/10/24

Diario de un huido del fascismo en Galicia: Los señores de misa, “que más que hombres parecían monjas”: “Vociferaron y animaron a unos cuantos fanáticos para que, unidos a los guardias, nos persiguiesen y diesen muerte”... “Después del arresto, el bando falangista ató a Coto Chan al rabo de una yegua montada por un sargento de la Guardia Civil”, narra Borrageros, “apalizado, ensangrentado y cubierto de todo tipo de excrementos, fue arrastrado por las calles de A Estrada”... “Que lejos está la doctrina de Jesucristo de estos cristianos modernos”, continuaba el autor, “que roban y asesinan a manos llenas y después hincan las rodillas y piden perdón, como si con eso quedasen perdonados de las injusticias que están cometiendo en todo momento y en todas partes”

 "Los muertos de aquel verano -así tituló el novelista Carlos Casares su libro de 1987- aparecían en cunetas, fosas, caminos forestales, cementerios irregulares. Manuel Coto Chan, nacido en Cuntis (Pontevedra) en 1896, vio no pocos. “Sembraron las carreteras, que por Galicia cruzan en todas direcciones”, escribe en la parte de atrás de un cuaderno de inspección de su carnicería, “de cadáveres de esos pobres infelices que no solamente fueron asesinados, sino también martirizados”. Los señores de misa, “que más que hombres parecían monjas”: “Vociferaron y animaron a unos cuantos fanáticos para que, unidos a los guardias, nos persiguiesen y diesen muerte”. Él escapó. Pasó dos años y cuatro meses primero en el monte y después en casa solidarias. Su relato, no muy extenso pero sí estremecedor, conservado en la causa militar que le abrieron después de que una cuadrilla falangista lo atrapase el 28 de noviembre de 1938, es ahora un libro, publicado por la Deputación de Pontevedra con añadidos de contexto. Se titula Memorias dun proscrito.

“Que lejos está la doctrina de Jesucristo de estos cristianos modernos”, continuaba el autor, “que roban y asesinan a manos llenas y después hincan las rodillas y piden perdón, como si con eso quedasen perdonados de las injusticias que están cometiendo en todo momento y en todas partes”. Pero los apuntes de Manuel Coto Chan no son únicamente un pliego de cargos contra sus perseguidores, los alzados en armas contra la II República, sino también el rastro de la vida diaria de los huidos. El hambre y el frío, las guaridas camufladas entre helechos, el terror ante el mínimo ruido no identificado, dormir hasta las doce de la mañana para ahorrar el desayuno, la supervivencia como obsesión. Y, de fondo, la incomprensión por lo que estaba sucediendo: “Yo y mi inseparable compañero Manuel Vázquez nos retiramos juntos y fuimos a parar a Portela, a la espera de que acabase ese estado de cosas y que hubiese paz y perdón para todos los que éramos inocentes”. Nunca sucedió.

Cárcel y expolio en el Bieno Negro

Cuando Alfonso XIII huyó vía puerto de Cartagena (Murcia) y un comité revolucionario proclamó la República -era 14 de abril de 1931-, Manuel Coto Chan, entonces de 35 años, formaba parte del Partido Republicano Radical Socialista. Ni siquiera militaba en el ala izquierda del republicanismo. Pero al estallar la Revolución de Asturias, con las derechas en el Gobierno, cae preso, acusado de participar en acciones de sabotaje. A Estrada (Pontevedra), donde Coto Chan regentaba una carnicería, había quedado sin conexión telefónica ni telegráfica en la madrugada del 5 al 6 de octubre. La revuelta asturiana, recuerda Marcos Borrageros Vilela en el ensayo histórico A vida das memorias que acompaña al escrito de Coto Chan en la edición del ente provincial de Pontevedra, era apenas uno de los episodios más visibles de la huelga general convocada por UGT contra el Gobierno reaccionario. El caso es que el carnicero y otros dos compañeros fueron condenados a un año, ocho meses y 21 días de prisión por el Tribunal de Urgencias de Pontevedra.

“Durante el tiempo que pasa en la cárcel, primero en el calabozo de A Estrada, después en la ciudad de Pontevedra y finalmente en El Dueso (Cantabria)”, explica a elDiario.es Adrián Coto Couceiro, bisnieto de Manuel y prologuista del volumen, “expoliaron su carnicería”. Su medio de vida desapareció. Él no cumplió la pena íntegra, se la redujeron por trabajo, y en febrero de 1936 una multitud lo recibiría en su pueblo, cuenta Borrageros. Manuel Coto Chan tenía entonces dos hijos, Lolita y Gerardo. El triunfo electoral del Frente Popular, la alianza de las izquierdas que acabaría con el dominio conservador y el Bienio Negro, supuso la amnistía de los encausados por los hechos del 34. La reacción, sin embargo, no descansó.

Las anotaciones en el diario comienzan el 18 de julio de 1936. “La noticia [del golpe de Estado fascista] corrió como un reguero de pólvora y comenzaron a llegar en avalancha elementos del Frente Popular, de tal forma que a las ocho de la noche había ya unos mil hombres armados de escopetas y pistolas para defender el Ayuntamiento de un posible ataque faccioso”, dice. A Coto Chan lo nombraron delegado de Orden Público. El cargo no le duró más que cuatro días. “Durante ese tiempo no se molestó a ningún vecino, reinó el orden más absoluto y el mayor respeto para todos los ciudadanos sin distinción de matices políticos”. Tampoco eso duró. Los fascistas se hicieron con el control y Coto Chan se echó al monte. “Quedé solo, sin saber qué camino tomar. Tenía alimento para un día, pero pasaron dos y el hambre ya me vencía”, inicia su relato.

El republicano aguantó dos años y cuatro meses. Lo prendieron a finales del 38. Borrageros Vilela cuenta su arresto. La Guardia Civil recibió un chivatazo y “un tal Antucho Rey” les indica donde se esconde Coto Chan, junto a Xosé Silva Rey e Hixinio Carracedo Ruzo: en Castro Ramiro, un lugar de la parroquia de Somoza, en A Estrada. Al día siguiente, 28 de noviembre, una partida de 25 falangistas y cuatro números de la Benemérita se presentaron en el lugar. Según el auto del arresto, Coto Chan, escondido en un doble fondo, llevaba encima un mosquetón cargado, una pistola, un libro de título Defensa contra el clericalismo y la libreta de inspección en la que había redactado sus memorias de huido. Estas sirvieron de prueba en su contra, recuerda el bisnieto Adrián Coto, en el Consejo de Guerra que lo condenaría a muerte. Pero antes sufrió todo tipo de vejaciones y torturas. “Después del arresto, el bando falangista ató a Coto Chan al rabo de una yegua montada por un sargento de la Guardia Civil”, narra Borrageros, “apalizado, ensangrentado y cubierto de todo tipo de excrementos, fue arrastrado por las calles de A Estrada”.

Acusado de “rebelión militar”

Coto Chan sufrió Consejo de Guerra en marzo del 39 y es condenado a muerte por el delito de “rebelión militar”. Los que se habían rebelado contra la democracia republicana eran ahora los que acusaban a los perseguidos de hacerlo. Seis meses más tarde, le conmutaron la pena por la de cadena perpetua. En octubre de 1941, ingresó en el Campamento Penitenciario de Trabajadores de Brunete (Madrid). Lo excarcelaron tres años más tarde. Pero las secuelas de años de persecución, tortura, prisión y trabajos forzados no desaparecieron. El 11 de febrero de 1946, con 49 años, murió de una tuberculosis. “Obviamente no llegué a conocerlo”, dice Adrián Coto, “pero en la memoria familiar se quedó lo que pidió a su hijo, mi abuelo, y a sus descendientes: que no se implicasen en política”.

Estas Memorias dun proscrito sobrevivieron entre los papeles y documentos de la causa militar que lo condenó a muerte. Las encontró el profesor Xoán Carlos Garrido Couceiro hace ya algunos años. La edición de la Deputación de Pontevedra incluye el texto, originalmente escrito en castellano, traducido al gallego, la reproducción facsímil del cuaderno de la carnicería, la introducción de su bisnieto Adrián, la contextualización histórica de Borrageros Vilela y un relato literario del escritor estradense David Otero. “Es, sobre todo, una restitución emotiva de su memoria. En el fondo, somos afortunados, porque hay muchas familias que ni siquiera saben dónde están los restos de los suyos”, concluye Adrián Coto."          (Daniel Salgado, eldiario.es, 05/10/24)