13/4/18

A su madre, la criada, la habían echado a la calle tras quedarse embarazada del señorito...

"A su padre se lo presentaron sus vecinos. Montones de veces. Y a distancia. «Ese que va por ahí es tu padre». Medio Utrera sabía que ese mocoso era hijo del señorito. Que a su madre, la criada, la habían echado a la calle tras quedarse embarazada. 

Casi 60 años después ya lo sabe la otra media y España entera. Pero lo importante era que le quedara claro a los jueces. Es la única manera de asegurarte de que acabarás cobrando una herencia de dos millones de euros.
Ya es la tercera sentencia que le da la razón. 

El Tribunal Supremoha ratificado que Esteban Marchena es hijo de un rico empresario sevillano al que, cosas de la vida, se le olvidó incluir en el testamento al hijo bastardo que tuvo con una sirvienta menor de edad. Sus tres hermanos -dos varones y una mujer- no se lo han puesto fácil. «Intenté ponerme en contacto con ellos antes de todo esto pero no quisieron saber nada». 

 La sentencia, emitida esta misma semana, es la puntilla a un proceso judicial que ha durado diez años. Lo que teme Esteban, sin embargo, es que también sea la antesala de otro: la Justicia le ha reconocido como hijo ilegítimo, pero ahora debe convencer a sus hermanos para compartir la herencia. (...)

Una viuda con siete hijos recogió a su madre -huérfana de padre y madre- cuando ésta se quedó en la calle embarazada de Esteban. Ella se trasladó a El Coronil en busca de un trabajo para la manutención del niño, quien a los siete años acabó en un hospicio de Sevilla en el que viviría hasta los 15. 

Dos años después y con su madre enferma, fue él quien hizo las maletas en busca de un sustento para ambos. El trabajo que no había en Sevilla bien podía encontrarlo en la meca del turismo. Desde entonces, Mallorca es la casa de este camarero que construyó en la isla su propia familia. «¿Lo primero que haría con el dinero además de jubilarme? Unos viajecitos, unas fiestecitas... Y con siete nietos nunca te va a faltar donde gastar dinero».

Por lo pronto, él diría que aún le queda un tiempo para gastarse ese dinero. Sus hermanos han hecho todo lo humanamente posible para no tener que compartir ni un euro: destruir pruebas documentales que vinculaban a sus padres, sobornar a testigos citados para declarar en contra de lo que sabían... Incluso llegaron a desenterrar a media familia para quemar sus huesos. 

«Al sepulturero le dieron dinero y un bote de lejía para limpiar los nichos. Yo había ido con mi señora meses antes y ahí estaba la lápida con los restos de mi padre». Con la ayuda de su abogado, Esteban logró demostrar que sus hermanos habían exhumado los cuerpos de su padre (y de paso de dos parientes más) y lo habían trasladado hasta el pueblo de Arahal para incinerar los restos.

Acreditado este extremo, el juez lo tuvo muy fácil. Y más después de que sus hermanos -con los que guarda un gran parecido físico- se hubieran negado a hacerse la prueba del ADN. Cuando se trata de un proceso civil, la mera destrucción de pruebas ya es suficiente para dictar una sentencia.  (...)

Otra espina que le queda es que su madre, Encarnación, no haya podido ver el final de su batalla. Murió hace solo tres años y siempre le había contestado con evasivas acerca de la identidad de su padre. Incluso después de haber encontrado una orden judicial de 1974 que confirmaba el estrupo y obligaba a su padre a indemnizarla. Hasta que inició el proceso judicial. «Entonces lo reconoció y me dijo que me apoyaría en todo para demostrarlo»."         (Enrique Fueris, El Mundo, 12/04/18)

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